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Extracto:La guerra comercial entre Estados Unidos y China, intensificada durante el mandato de Donald Trump (2017–2021), representó un cambio fundamental en el comercio global. Las tensiones entre estas dos potencias económicas no solo tuvieron consecuencias bilaterales, sino también efectos colaterales que repercutieron en otras regiones del mundo, incluida América Latina. En este artículo, analizaremos los orígenes de esta disputa, sus principales desarrollos y cómo su onda expansiva afecta a las economías latinoamericanas.
¿Qué originó la guerra comercial entre Trump y China?
La guerra comercial comenzó formalmente en 2018 cuando el entonces presidente Donald Trump impuso aranceles a cientos de productos chinos, argumentando prácticas comerciales desleales, robo de propiedad intelectual, manipulación monetaria y un déficit comercial creciente con el gigante asiático. China respondió con medidas similares, dando inicio a una escalada de tensiones que duró años.
Trump buscaba reequilibrar la relación económica con China y recuperar empleos industriales perdidos en EE.UU., acusando a Pekín de subsidios injustos a sus empresas estatales y de imponer barreras comerciales no arancelarias. Esta postura fue respaldada por sectores del Congreso estadounidense, tanto republicanos como demócratas, preocupados por la creciente influencia global de China.
¿Cuáles fueron las medidas tomadas durante la guerra comercial?
Las principales medidas incluyeron:
Se inició una batalla tecnológica, destacándose el veto de EE.UU. a Huawei y restricciones a empresas tecnológicas chinas.
Se firmó la llamada “Fase Uno” del acuerdo comercial en enero de 2020, donde China se comprometió a aumentar la compra de productos estadounidenses, especialmente agrícolas y energéticos.
Sin embargo, muchos expertos consideran que este acuerdo no resolvió las tensiones estructurales de fondo y que la rivalidad entre ambas potencias continúa, incluso tras la salida de Trump de la Casa Blanca.
¿Cómo afecta la guerra comercial a los países latinoamericanos?
La guerra comercial ha generado oportunidades y desafíos para América Latina, dependiendo del país y su estructura económica. Los principales impactos incluyen:
¿Aumento de las exportaciones latinoamericanas a China y EE.UU.?
Con los aranceles mutuos entre EE.UU. y China, muchos países latinoamericanos comenzaron a llenar el vacío en los flujos comerciales:
En algunos casos, estos países lograron récords históricos en sus exportaciones, pero esta bonanza también trajo dependencia de mercados volátiles y exposición a presiones geopolíticas.
¿Podría la región verse atrapada entre dos gigantes?
América Latina, históricamente más alineada con EE.UU., ha visto un creciente involucramiento chino en la región a través de inversiones en infraestructura, préstamos y comercio. La guerra comercial ha obligado a algunos países a posicionarse estratégicamente:
¿Qué riesgos económicos puede enfrentar la región?
Pese a las oportunidades comerciales, existen varios riesgos que América Latina debe considerar:
1. Volatilidad en los mercados internacionales
La incertidumbre generada por la guerra comercial ha afectado el valor de las monedas, el precio de los commodities y el flujo de inversiones. Esto puede golpear a economías dependientes de las exportaciones, como Chile, Colombia o Ecuador.
2. Disminución del comercio global
Si las tensiones se intensifican, podría haber una desaceleración del comercio mundial, lo que afectaría las exportaciones latinoamericanas. El FMI ya ha advertido que una guerra comercial prolongada puede recortar hasta 0.8% del PIB global.
3. Cambio de reglas del juego en tecnología
La batalla por la supremacía tecnológica también impacta a América Latina. Si las cadenas de suministro globales se reorganizan, las industrias locales podrían quedar rezagadas en innovación, conectividad o acceso a nuevos mercados.
¿Se abre una puerta para la reindustrialización latinoamericana?
Algunos analistas ven en esta guerra comercial una oportunidad para que América Latina diversifique su economía, aumente la producción local y deje de depender de la exportación de materias primas. Las empresas estadounidenses que buscan “deslocalizar” su producción fuera de China podrían mirar hacia México, Centroamérica o incluso el Cono Sur.
Esto abre el debate sobre la necesidad de políticas industriales activas, inversión en educación tecnológica, y mejor infraestructura para aprovechar el fenómeno de “nearshoring” (relocalización cercana). México, por ejemplo, ya está viendo un aumento de inversiones en manufactura electrónica y automotriz, gracias a su cercanía con EE.UU.
¿Cuál es el papel de los organismos regionales y multilaterales?
Organismos como la CEPAL, el BID y la Alianza del Pacífico han hecho llamados a reforzar la integración regional como estrategia para amortiguar los impactos de choques externos como la guerra comercial.
Además, una mayor coordinación podría permitir a la región negociar de forma más sólida con China y EE.UU., buscando beneficios sin comprometer su soberanía ni desarrollo sostenible.
¿Hacia dónde se dirige la relación China–Latinoamérica tras la guerra comercial?
A pesar de la tensión con EE.UU., China ha fortalecido su presencia en América Latina. Su participación como socio comercial ya rivaliza con la de EE.UU. en varios países. Además, el país asiático ha diversificado sus inversiones hacia energías renovables, infraestructura portuaria, telecomunicaciones y fintechs en la región.
Sin embargo, esto también ha generado críticas sobre la dependencia excesiva y la posible pérdida de soberanía. La región enfrenta el desafío de diseñar una estrategia que aproveche el interés chino, pero sin replicar esquemas extractivistas ni endeudamientos insostenibles.
¿Qué puede aprender América Latina de esta guerra comercial?
La lección más importante es la necesidad de resiliencia y adaptación. La guerra comercial entre Trump y China dejó en evidencia la vulnerabilidad de las economías latinoamericanas frente a choques externos. Pero también demostró que con políticas públicas adecuadas y visión estratégica, pueden surgir oportunidades para el desarrollo regional.
La clave está en fomentar una diversificación productiva, una inserción inteligente en la economía global y una mayor integración entre países latinoamericanos.
Conclusión
La guerra comercial entre Donald Trump y China fue más que un conflicto bilateral: fue una sacudida al sistema económico global. Para América Latina, el reto es no solo adaptarse a esta nueva realidad, sino usarla como catalizador de cambios estructurales. La región tiene recursos, talento y potencial geoestratégico. El futuro dependerá de su capacidad para actuar con autonomía, innovación y cooperación.
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